Hilo y narrativa

 

"No hace mucho se ha develado que los ponchos llameros, realizados por los pueblos andinos y altiplánicos,

cuentan a los ojos de quienes saben leerlos, mucho más que lo que nos muestran a simple vista, en sus coloridos y

grecas. Ocurre que sus urdidos y tinturados van narrando complejos relatos, y van consignando hechos reales,

cosas que ocurren en el cotidiano y en el devenir de las aldeas, familias y linajes a las que pertenecen. Pero lo hacen de

un modo misterioso, usando para ello de los valores estéticos como material y soporte."

                                                                                                                                                                    Carlo Disandro


No hemos podido dejar de relacionar las urdimbres y tejidos, que de un modo diferente en lo formal, pero paralelo en su intencionalidad de tejer, urdir y narrar uniendo fragmentos en un denso criss cross, realizan las artistas Florencia

San Martín y Daniela Justiniano.

Hay aquí un sello de los tiempos. Un signo y síntoma de mi generación: es la búsqueda, el trabajo constante por unir, de

atar, de agrupar, para dar cuenta así, en un tejido, trozos aparentemente dispersos a fin de sentirse parte de él, para

enraizarse con sus sentimientos y sensaciones fugaces en la realidad atomizada en que se vive. 

Pocas veces esto, que presentamos aquí como intuición, adquiere tanta nitidez como ahora.

Se trata de obras con soportes claramente disímiles, materiales otros, texturas y temperaturas diferentes. Eso es evidente.

No obstante tras ellos se evidencia, sin embargo, la necesidad del tejido. La urgencia de la unidad de lo diverso. La

telaraña de signos y señas que intenta capturar una sensación de realidad y sentido que las aproxima y las hace

claramente hijas de un tiempo común, con necesidades similares, que las han puesto a tejer en telares tan distintos como

el arte objetual y la fotografía, un trozo de nuestra propia fragmentación, dispuesta como hilos de un relato interminable.



Yael Rosenblut

   © Daniela Justiniano 2010